La gallina, al igual que las mujeres, ovulan para poder ser fecundadas y reproducirse. Así que no podemos olvidar que un huevo es en realidad un óvulo de gallina. Nos han educado para olvidarlo. Si estuviéramos pensando en ello mientras comemos, probablemente no lo haríamos.
Más allá de lo que supone comerse la menstruación de una gallina, que sale de su cloaca(ano), las condiciones en las que viven estos animales para darnos huevos son nefastas, incluso en aquellas que son de corral.
Están a nuestro servicio y pasan toda su vida produciendo para nosotres a un alto precio. En las fábricas, viven hacinadas en jaulas y se les corta el pico y las patas para que no se peleen.
La selección de polluelos o sexado es terrible. Con unos pocos minutos de vida son separados por sexo. Las hembras pasan a ser gallinas ponedoras y los machos, vivos, van directos a la picadora con cáscara incluida.
Dudo que después de leer esto nos den ganas de seguir comiendo huevos, por lo que os ofrezco una alternativa mucho mejor para todo el mundo.
El huevo lo utilizamos en muchísimos de nuestros platos. Entonces ¿cómo hacemos para sustituirlo?
Tengo que deciros que a día de hoy no nos podemos preparar unos huevos fritos con patatas fritas veganos, aunque todo se andará. La ciencia avanza a pasos agigantados.
Para los platos salados como los huevos revueltos podemos usar tofu, que nos dará un alto aporte proteico. Usando el ingrediente secreto mágico, la sal negra del Himalaya o sal Kala Namak, que por sus propiedades da un sabor que recuerda al huevo.
No os preocupéis porque las salsas como la mayonesa también tienen sustituto.
¿Y qué hay de la tortilla? Podemos servirnos de la harina de garbanzo para crear una pasta similar al huevo. Si andamos perezoses, Vegg, un preparado de harina de garbanzo, es una buena opción.
Para los platos dulces como bizcochos o tartas podemos sustituir el huevo por plátano maduro, compota de manzana o yogur.